lunes, 3 de octubre de 2016

Debilidad en contradicción

Estoy sola, en mi habitación, escribiendo estas palabras que no sé si tendrán sentido o no. Las manos en el teclado; la mirada fija en la pantalla. Pienso en ti. O en esa imagen, probablemente distorsionada, que formé con lo que te conozco, que a menudo creo que es poco. Quisiera tenerte delante para golpearte con palabras de acritud. Desearía poder decirte lo mucho que me confunde tu actitud excesivamente agradable, pero indiferente al mismo tiempo. ¿Y quién lo entiende? Si creo que me esperas, me apartas; si creo que voy a ser yo la que ponga un final a todo esto, me sujetas cariñosamente para que no me vaya. Llevo una venda puesta en los ojos y, cuando me la quito, me convences para que me la vuelva a poner. Siempre me dijiste que soy fuerte, pero quizás era porque no sabías que hay personas que son mi debilidad y que tú eres una de ellas. Me gustaría gritarte que hablaba en pasado. Estoy enfadada, creo que nuestro vínculo está atado con un lazo deshilachado y posiblemente desanudado en tu extremo. Necesitaría pedirte explicaciones, vociferar emociones que te hagan ver que me siento traicionada y dolida. Me convenzo de que voy a ir a visitarte sólo para dejarte las cosas claras y marcharme dándote la espalda reflejando un “hasta nunca”. Pero todo ese muro de diamante se vuelve de tierra en cuanto te miro y mi corazón palpita porque sabe que te he provocado una sonrisa. Te alegras de verme, me hablas, me confías algunas cosas y, como premio por haber pasado el rato contigo, me haces un nudo en la nuca con una venda que, otra vez, me tapa los ojos y me obliga a caminar a ciegas por el fino hilo que sostiene nuestra relación.
Harta de todo ese devenir, mi única opción es romper con todo. Pero, de nuevo, que seas mi debilidad me hace sentir mal cuando lo pienso. La duda me aprieta por no tener la respuesta a tus sentimientos verdaderos por mí. Y es eso lo que aún me retiene. Quizás soy sólo una ilusa que está perdiendo la esperanza y se niega a rendirse. Quizás lo que necesito es que te decidas ya por aplastarme el corazón contra el suelo o volar junto a ti por este cielo de arenas movedizas. Es tu propia indecisión la que genera mi duda. Sé valiente y seré valiente; sé descortés y entenderé que quieres que me vaya de tu lado. Pero te pido que te convenzas de una vez por todas, que determines en qué lado quieres estar. Porque tú eres mi debilidad y yo no puedo más con toda esta contradicción.