martes, 10 de mayo de 2016

La felicidad de encontrarte

No sabía si eras realidad o eras sueño. Te miraba con ojos incrédulos que buscan saber la verdad. Una fuente de imaginación brotó de mis adentros. Historias, recuerdos construidos a partir de ojalás nunca cumplidos. No sabía si eras tú o eras mi deseo. Tus palabras punzantes me devolvían la vida. Sólo entonces supe que eras ambas cosas. Acercarme y conocerte, una situación de ensueño. Pero lo hice y me hablaste. Tu voz retumbó en mi corazón y un sueño se derramó por mis mejillas. Tus tristes zafiros golpearon mi pecho con fuerza y sacudieron mi ánimo. Mi alma cayó piedra a piedra y tropezó con mis pies inertes, al mismo tiempo temblorosos. Esgrimí mis palabras para lograr que tu mirada se cruzase con la mía, pero no conseguí mantenerla. Me arrebataste el aliento y te adueñaste de mis pensamientos. Con mi mente en blanco, poco podía hacer más que dejarme llevar. Y me adentraste en los caminos del averno. Permití que la oscuridad se apoderara de mí. Ese fulgor negro que me consumía día tras día, marchitaba mi sonrisa y la llenaba de rabia. De pronto, me vi con el ceño fruncido y rodeada por un halo misterioso que me alejaba del resto del mundo. Yo quería alcanzarte, pero con estirar mi brazo no bastaba: tú sólo hacías que tirar de mí, arrastrándome por los suelos y, a la vez, regalándome la sensación de estar volando por un soleado cielo. La culpa fue mía por hacerme ilusiones vanas. Pensé que podrías llegar a hacerme caso, pero simplemente me escuchaste con detenimiento y te marchaste sin decir ni una palabra. Yo, inmóvil, contemplé como tu espalda se oscurecía a contraluz y asistí con impotencia a la ruptura del lazo de cercanía con el que quise haberte anudado. Hubiera querido que la historia fuera diferente. Yo te soñé, pero no era así como quería materializarte. Tu indiferencia me fustigó y me silenció la garganta. Sólo entonces supe que fui una ilusa y que tú eras un sueño inalcanzable. Y ahora tengo que lidiar con una losa que a diario se repite cuando te veo venir y sé que pasarás cerca. Todo de ti me duele y a la vez me alegra. Los recuerdos que te guardo no son el anhelo de ningún individuo. Tu olvido lleva mi nombre y me siento nadie en tierra de un triste espíritu con ganas de volar cuando no tiene alas. Pero nada de eso contrarresta la felicidad de encontrarte.

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