viernes, 28 de agosto de 2015

Cordero con piel de lobo

Si el cinismo tuviese nombre propio, se llamaría como tú. Atraviesas esa puerta y crees ser el ente más poderoso al que mi vida sucumbe sin entender que tu necia mentalidad, más cerca está del error que tú de conseguir mi amor. Callo al oírte gritar, no por darte la razón, sino porque no merece la pena. ¿Para qué? Nada va a cambiar si no es para peor. Finges ser una bestia voraz y no eres más que un gatito asustadizo. Lloriqueas sin soltar ni una sola lágrima, esperando que vayan tras de ti a ofrecerte un consuelo que precisas sólo porque necesitas creer por un instante que hay alguien que puede y quiere tocar tu mundo con la yema de sus dedos. Te engañas con una absurda falacia en la que vives feliz y que, al mismo tiempo, te encantaría destruir. Piensas que agrediendo a los demás sanas tus heridas, pero en verdad abres más la brecha que ya se halla en tu corazón. ¿Y entonces? Entonces sólo te estás persiguiendo la cola como un perro juguetón, sólo que tu juego se llama vida y es más amarga que el chocolate sin edulcorar. Retienes tu angustia dentro de tu cuerpo como un preciado tesoro que temes perder, pese a que te lastime profundamente. Sientes que es lo único que queda de tu triste figura y asumes la responsabilidad de mantenerla viva aunque provoque una vorágine desoladora a tu alrededor. ¿Y qué más da? Nadie merece ser feliz si tú no lo eres. Preparas puñales ficticios por la noche; a plena luz del día, tu sonrisa irradia más luz que el propio sol. Y, cuando bajan la guardia y más tranquilos parecen estar, apareces tú y les recuerdas lo miserable que es tu existencia y lo mucho que envidias la de ellos. Y así, el calendario va pasando sus páginas y te vas convirtiendo con el paso de los días en un rostro arrugado, cansado de sufrir pero cómodo dentro de su martirio. Tus entrañas se transforman en las de un lobo solitario que hace décadas perdió a su manada y no es capaz de recuperarla. Y así, triste y solo, te vas apagando hasta desaparecer de este alegre mundo que no extrañará tu ausencia.

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